Un primo
hermano y yo, corríamos a campo traviesa; recuerdo el amplio y tupido llano de
matorrales. Me adelanté bastante tramo y, llegé a una pared, la cual
escalé; cuando me encontré trepado en la parte alta del muro, en la vista
panorámica, vi a mi amigo postrado en tierra. Descendí el obstáculo que había
superado, y regresé a ver que le habría ocurrido.
Cuando
llegué donde yacía, supe que le había mordido una serpiente. ¿Qué podría
yo hacer en la soledad del desierto sin ayuda médica? Lo dejé allí y seguí mi
camino; en eso desperté y supe que era un sueño.
Residía
temporalmente en Los Estados Unidos, cuando tuve ese sueño. Aunque muchos se
quejan del racismo, allá conocí gente extraña que me trataron con no poca
gentileza y empatía. Aún la policía que, en dos o tres ocasiones me detuvieron para
investigarme, nunca me trataron mal.
Regresé a México, y me encontré a mi primo
hermano: Una persona robusta, alegre y
dicharachero, velludo, de ahí el apodo de “la pelusa” Lo veo algo delgado
primo, le dije, y él me respondió: “Es que así me veo más guapo ¿verdad primo?” Dejé de verlo por un tiempo; después
me avisaron que estaba muy enfermo, le había mordido la serpiente del cáncer,
por eso había perdido mucho peso. ¿Tendría alguna relación aquello con el sueño
que había tenido?
En
ocasiones, olvidamos lo que muchos tienen muy presente: que estamos de paso por el mundo. Ramón, falleció de cáncer de pulmón. Fumaba los famosos cigarros
delicados, sin filtro. Estando en agonía, portaba un aparato que le cimbraba
todo el cuerpo para que circulara la sangre; él me decía: “Es uno muy tonto
primo” refiriéndose a que podría haber dejado el cigarro a tiempo.
A mí, la
verdad me da pena ver el sufrimiento de las personas; quizá por eso,
una única ocasión fui a verlo: encuentro y despedida, pero mi padre estaba más
al pendiente de él, y tocante a eso, me llegó a decir: ¡ahora entiendo cuánto
me quería! ¡Pues cómo no! era hijo de su hermano, él decía coloquialmente que
los hermanos debían se hermanables. Y que a los a los muertos se les respeta.
Esa es la
realidad del ser humano; Job, el sufriente, por antonomasia dijo:” El hombre
nacido de mujer es corto de días y hastiado de sinsabores” Alguien más
contemporáneo expresó: “La humanidad es doliente en su ser, es por naturaleza
conciencia desgraciada, sin superación posible del estado de desgracia”: Jean
Paul Sartre.
Un día que
hable con mi papá (en paz descanse) me dijo: Ramón ya falleció; como cosa extraña, no sentí
tristeza, sino un sentimiento inexplicable, mezcla de alivio, liberación,
alegría y consuelo. Aunque éste artículo no pretende profundizar en lo
religioso, sino lo que acontece a todo ser humano, diré que, le compartí de la
seguridad eterna del alma que se obtiene por la fe en Jesucristo. Aunque muchos
podrían no creer, se les respeta. Una cosa es cierta: Nadie puede negar el hecho
histórico que un día Cristo vino al mundo; como tampoco negar el hecho que, en
Jerusalén hay una tumba vacía que atestigua de la resurrección. Creer o no, es
un asunto personal, y es algo que debíamos decidir aquí en la tierra,
porque traspasando la frontera de lo eterno: "del lado que el árbol cayere, si
al norte o al sur de ese lado se quedará".
¿Cree usted esto?