domingo, 17 de junio de 2018

La casa vieja

Jaime Rodríguez Chacón | Jueves 05 Abril 2018 | 00:01 hrs

http://eldiariodechihuahua.mx/Opinion/2018/04/05/la-casa-vieja/

El mensaje estaba oculto, codificado, en la ruidosa algarabía del trinar de las aves, que alegres se posan en las verdosas y robustas ramas de añejos pinos, testigos mudos de incontables historias. ¿Qué es lo medular, importante o trascendente?

Y de pronto ahí estaba  el recuerdo: La casa de barro como sus moradores,  que como un jarrón viejo de húmeda  arcilla, guarda oculto bajo tierra, un invaluable tesoro, codiciado por muchos, y  menospreciado por otros.

Sus vetustas paredes cuentan historias conmovedoras del amor fraterno, de los que vienen y los que se van, que han traspasado el dintel de sus puertas, y tomado caminos tan desconocidos como lejanos y extraños.
¿Hasta dónde habrían de llegar tan lejanas y raras veredas?  Llegó el momento decisivo al partir,  y  con el viaje también se parte el alma, comienza  una nueva historia y queda atrás el pasado, como el ave que abandona su nido en  busca de nuevos horizontes,  sepultando su historia en el viejo baúl polvoso del olvido.

¿Qué son estos nuevos tesoros que has forjado en lejanas tierras? ¿De dónde obtuviste la fuerza, cuáles son tus raíces, cuál tu legado, tu tesoro? ¿No es acaso tu pasado de donde te apoyas, lo que es tu cimiento y tu fuerza de donde has obtenido lo que hoy eres?

Reflexiona, medita y tendrás un punto de referencia, una brújula, y no te pierdas en el  desierto  del materialismo,  en cuyas  traicioneras dunas  han quedado sepultados  muchos; mira las sociables aves que en parvadas surcan inmensos  continentes  que aunque frágiles y sencillas su fuerza radica en la unidad.

El  hombre que es barro y habita en casas hechas de lodo, con diversidad de formas: De cantería cual palacios de reyes, modestas y precarias, pero todas adornadas porque guardan celosamente un tesoro. El humano mismo es su casa o su cárcel.

Cuando lo vi en un sueño, ahí en medio de lo que fue una  modesta choza de adobes, la cual se había derrumbado, y quedaba  solo  el terreno limpio y llano, que simboliza el espíritu humano, sorprendido dije: ¿qué hace? Me respondió: Me saqué la lotería y vamos a construir una morada nueva.

 Después que  lo busqué y no estaba,  se apoderó de mí un sentimiento extraño,  mezcla  de tristeza, lejanía y soledad,  fue entonces que  surcaron por mi mente las palabras Paulinas: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

Su cuerpo era esa casa vieja y frágil, ya que por años había afrontado con arrojo y valor a la madre de todas las enfermedades  -la diabetes- una historia de vida, ícono de millones de almas sufrientes  y esperanzadas que atraviesan el árido desierto de la vida.

Estaba  alistado en la guerra sin cuartel contra formidable enemigo,  al que todos los  mortales sucumben tarde que temprano: ricos, pobres, sabios e indoctos; la implacable guerra era diaria, sin tregua, hasta que llegó el día que apareció la carroza fúnebre y se llevo su lacerado  y agotado cuerpo.

Entonces fui llevado por el polvoriento y solitario camino, para acompañar a los que se fueron de donde no volverán  y, nos recuerdan  con elocuente mensaje  el sombrío  valle que todos habremos de atravesar.  Y aún ahí,  la pregunta seguía  flotando en el aire: ¿Qué es lo esencial, importante o trascendente?

Pues, entre las frías lápidas hay corazones adoloridos, y  también zopilotes carroñeros en espera del botín, testamento, o último deseo del infeliz, porque:” el muerto al pozo y el vivo al gozo”; pero,  el que se fue, sin reservas  les deja su legado, la fuerza de sus lomos, ya que a la frontera donde él va, el dinero y los bienes no son aceptados como valor de cambio.

Porque él,  como otros tantos que se fueron,  tenían su visado, las maltas hechas, su boleto pagado, y todo en orden, para emigrar a una nueva patria, porque se consideraban  como extranjeros  y peregrinos  en el mundo.

No atravesarían en solitario el oscuro valle de sombra y de muerte, sino bien acompañados por quien había prometido: Hoy estarás conmigo en el paraíso; sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

Si el grano de trigo no fuera sepultado en la húmeda y oscura tierra solo se quedaría, pero al descomponerse ahí,  germina y produce mucho fruto; así Jesús: Murió, fue sepultado, y resucitó para nuestra justificación. Para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas, tenga vida eterna.

 Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá.

domingo, 10 de junio de 2018

La orfandad

Jaime Rodríguez Chacón | Martes 13 Febrero 2018 | 00:26 hrs

http://eldiariodechihuahua.mx/Opinion/2018/02/13/la-orfandad/

En memoria de mis padres y a todos aquellos que sufren la soledad.

La orfandad  dejó profundas marcas  en  las facetas  de su personalidad, tal vez por eso, su quejumbroso  carácter  impredecible y retraído, cuanto sufrimiento había reservado en su pasado, se reflejaba cual impetuosas aguas que golpetean  un débil y endeble dique. Era víctima de  burlonas frases - de seres inferiores-  que hieren como afilados cuchillos, como las rocas verbales lanzadas a nuestro Señor en la cruz; rudos bravucones que quieren tejer como ponzoñosas arañas la intriga, la trampa, o como lobos, o sabuesos olfatean los caracteres  simples, sin malicia, de los corazones buenos,  para hacerles daño por afición a  la maldad, expertos en echar sal en las heridas  del corazón.

La  suma de todo su sufrimiento, el adiós eterno de su padre, el debilitamiento mental de su madre, lo impulsaba a  refugiarse haciéndose de profundas amistades, con lazos más fuertes que la hermandad, comprometidas, que trascienden hasta el panteón, frecuentando las mortuorias y frías salas donde se daba el último adiós  a los  compañeros caídos que se fueron por el camino de donde no se regresa jamás,  diciendo:” Dios lo haya  perdonado”, sin quitarle él la posibilidad de un probable reencuentro con su creador, ya que al filo del precipicio, Jesús rescató al incorregible ladrón desahuciado de la sociedad diciéndole: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Así,   con respeto  hacia el creador, si alguien se quejaba  que le habría ido mal en asuntos de la vida diaria, le respondía con la sabiduría que le habían heredado sus antepasados  diciendo:” no te quejes del bien de Dios”. Porque para él,   verdaderos y fieles amigos serían: Primero Dios, un libro, un peso en la bolsa y un perro.

Dios, el amigo por excelencia, porque lo había acompañado en  angustiosos momentos, decisiones  trascendentes, pesadas cargas que sobrellevar, sin el cual  su mundo se caería en pedazos; Dios presente como escribió el poeta:  “ en la capilla fúnebre,   en la noche de bodas,  en el beso primero,  en el beso postrer, en  los ojos azules y en los ojos oscuros,  en las grandes ternezas de los años maduros,  en la más negra sima,  en el más alto edén,  en todas las transfiguraciones y en todo el padecer”.  Así pues, en  la pérdida de sus hermanos, y  su más  valioso tesoro: Su madre, estuvo  el consuelo divino, mismo que lo sostenía   dando sentido y esperanza.

De pie, desamparado, sobre el largo e inaccesible  camino,  con su mirada fija en lontananza le asaltaban recurrentes temores,  ¿qué le esperaba en el futuro?  El más largo camino comienza por un paso “se hace camino al andar” hay que darle” pa” delante, o como decían sus antepasados:” hay que darle a la vida como venga  porque da muchas vueltas”. Hay que aligerar la nave si por mar, o por tierra;  perdonar es  vital,  porque los rencores enferman  y son pesadas cargas para el alma.

En una visión que  tuvo  miraba cuatro huellas sobre la arena, mas adelante sólo  veía un par, en su sueño, le reclamó a Dios diciendo: en este punto de la vida me abandonaste, el Señor le respondió: no, sino que aquí ya no tuviste fuerzas y te tuve que cargar. Cuando las tempestades y las desgracias de la vida te sacuden  y  traicionan, ahí siempre  está el más fiel de los amigos. Aunque como propuso Spurgeon: “en el camino que lleva al cielo nos daremos cuenta que no se llega allá sino por un pelo, no llegaremos viento en popa, a toda vela, como las aves marinas con sus hermosas y blancas alas, sino atracaremos  con las velas hechas jirones,  con el mástil roto, con las bombas achicando día y noche,  a la hora de cerrarse las puertas de la ciudad, no antes, pero llegaremos.”  Porque, aunque  guerreamos contra espantosas sombras y enemigos gratuitos en nuestro paso por el mundo, el que nos llamó a este viaje ha dicho: Pasemos al otro lado.

El concepto que tenía  de los libros como de amigos –después de Dios- los cuales nunca te niegan el saber, decía él - aunque irónicamente analfabeto-  pues en tales tiempos no había escolaridad, ni recursos, fue el combustible para emprender  a sus sesentas  la tarea de continuar la escuela elemental, primaria, por el sólo amor a las letras.

El representa un símbolo, entre muchos modelos  vivientes de los valores pasados, que como reserva  a punto de extinguirse  en medio  de un galopante mundo posmodernista, resultan incomprendidos, que porque son otros tiempos, como si los valores tuvieran caducidad.

 Traer a la memoria las  veces que  fue a dormir con hambre, perdía  importancia, porque recordaba  con inmensa nostalgia, que los mejores tiempos de su vida fueron  en la pobreza, pero con la bendición, de atravesar  el difícil camino de la vida,  el cual se hacía dulcemente transitable por la compañía de papá, mamá y hermanos,- su gran tesoro- los cuales pierde.

Así como Horatio Spafford,  abogado, -amigo del famoso evangelista D L  Moody- con el paso del tiempo  sufre la pérdida de su único hijo, seguido de una mala operación financiera; meses después en 1871 pierde todas sus posesiones en el gran incendio de Chicago; en 1873 pierde a sus cuatro hijas las cuales perecen ahogadas en el atlántico  cuando el transatlántico SS Ville du Havre es embestido por el buque ingles Lordchean ; es en esas circunstancias que  Spafford escribió una poesía que ha sido consuelo para muchos creyentes que atraviesan por el mar de la aflicción, un fragmento del himno  decía:” De paz inundada mi senda ya esté, O cúbrala un mar de aflicción, Cualquiera que sea mi suerte, diré: Estoy bien, tengo paz, ¡Gloria a Dios!.