domingo, 10 de junio de 2018

La orfandad

Jaime Rodríguez Chacón | Martes 13 Febrero 2018 | 00:26 hrs

http://eldiariodechihuahua.mx/Opinion/2018/02/13/la-orfandad/

En memoria de mis padres y a todos aquellos que sufren la soledad.

La orfandad  dejó profundas marcas  en  las facetas  de su personalidad, tal vez por eso, su quejumbroso  carácter  impredecible y retraído, cuanto sufrimiento había reservado en su pasado, se reflejaba cual impetuosas aguas que golpetean  un débil y endeble dique. Era víctima de  burlonas frases - de seres inferiores-  que hieren como afilados cuchillos, como las rocas verbales lanzadas a nuestro Señor en la cruz; rudos bravucones que quieren tejer como ponzoñosas arañas la intriga, la trampa, o como lobos, o sabuesos olfatean los caracteres  simples, sin malicia, de los corazones buenos,  para hacerles daño por afición a  la maldad, expertos en echar sal en las heridas  del corazón.

La  suma de todo su sufrimiento, el adiós eterno de su padre, el debilitamiento mental de su madre, lo impulsaba a  refugiarse haciéndose de profundas amistades, con lazos más fuertes que la hermandad, comprometidas, que trascienden hasta el panteón, frecuentando las mortuorias y frías salas donde se daba el último adiós  a los  compañeros caídos que se fueron por el camino de donde no se regresa jamás,  diciendo:” Dios lo haya  perdonado”, sin quitarle él la posibilidad de un probable reencuentro con su creador, ya que al filo del precipicio, Jesús rescató al incorregible ladrón desahuciado de la sociedad diciéndole: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Así,   con respeto  hacia el creador, si alguien se quejaba  que le habría ido mal en asuntos de la vida diaria, le respondía con la sabiduría que le habían heredado sus antepasados  diciendo:” no te quejes del bien de Dios”. Porque para él,   verdaderos y fieles amigos serían: Primero Dios, un libro, un peso en la bolsa y un perro.

Dios, el amigo por excelencia, porque lo había acompañado en  angustiosos momentos, decisiones  trascendentes, pesadas cargas que sobrellevar, sin el cual  su mundo se caería en pedazos; Dios presente como escribió el poeta:  “ en la capilla fúnebre,   en la noche de bodas,  en el beso primero,  en el beso postrer, en  los ojos azules y en los ojos oscuros,  en las grandes ternezas de los años maduros,  en la más negra sima,  en el más alto edén,  en todas las transfiguraciones y en todo el padecer”.  Así pues, en  la pérdida de sus hermanos, y  su más  valioso tesoro: Su madre, estuvo  el consuelo divino, mismo que lo sostenía   dando sentido y esperanza.

De pie, desamparado, sobre el largo e inaccesible  camino,  con su mirada fija en lontananza le asaltaban recurrentes temores,  ¿qué le esperaba en el futuro?  El más largo camino comienza por un paso “se hace camino al andar” hay que darle” pa” delante, o como decían sus antepasados:” hay que darle a la vida como venga  porque da muchas vueltas”. Hay que aligerar la nave si por mar, o por tierra;  perdonar es  vital,  porque los rencores enferman  y son pesadas cargas para el alma.

En una visión que  tuvo  miraba cuatro huellas sobre la arena, mas adelante sólo  veía un par, en su sueño, le reclamó a Dios diciendo: en este punto de la vida me abandonaste, el Señor le respondió: no, sino que aquí ya no tuviste fuerzas y te tuve que cargar. Cuando las tempestades y las desgracias de la vida te sacuden  y  traicionan, ahí siempre  está el más fiel de los amigos. Aunque como propuso Spurgeon: “en el camino que lleva al cielo nos daremos cuenta que no se llega allá sino por un pelo, no llegaremos viento en popa, a toda vela, como las aves marinas con sus hermosas y blancas alas, sino atracaremos  con las velas hechas jirones,  con el mástil roto, con las bombas achicando día y noche,  a la hora de cerrarse las puertas de la ciudad, no antes, pero llegaremos.”  Porque, aunque  guerreamos contra espantosas sombras y enemigos gratuitos en nuestro paso por el mundo, el que nos llamó a este viaje ha dicho: Pasemos al otro lado.

El concepto que tenía  de los libros como de amigos –después de Dios- los cuales nunca te niegan el saber, decía él - aunque irónicamente analfabeto-  pues en tales tiempos no había escolaridad, ni recursos, fue el combustible para emprender  a sus sesentas  la tarea de continuar la escuela elemental, primaria, por el sólo amor a las letras.

El representa un símbolo, entre muchos modelos  vivientes de los valores pasados, que como reserva  a punto de extinguirse  en medio  de un galopante mundo posmodernista, resultan incomprendidos, que porque son otros tiempos, como si los valores tuvieran caducidad.

 Traer a la memoria las  veces que  fue a dormir con hambre, perdía  importancia, porque recordaba  con inmensa nostalgia, que los mejores tiempos de su vida fueron  en la pobreza, pero con la bendición, de atravesar  el difícil camino de la vida,  el cual se hacía dulcemente transitable por la compañía de papá, mamá y hermanos,- su gran tesoro- los cuales pierde.

Así como Horatio Spafford,  abogado, -amigo del famoso evangelista D L  Moody- con el paso del tiempo  sufre la pérdida de su único hijo, seguido de una mala operación financiera; meses después en 1871 pierde todas sus posesiones en el gran incendio de Chicago; en 1873 pierde a sus cuatro hijas las cuales perecen ahogadas en el atlántico  cuando el transatlántico SS Ville du Havre es embestido por el buque ingles Lordchean ; es en esas circunstancias que  Spafford escribió una poesía que ha sido consuelo para muchos creyentes que atraviesan por el mar de la aflicción, un fragmento del himno  decía:” De paz inundada mi senda ya esté, O cúbrala un mar de aflicción, Cualquiera que sea mi suerte, diré: Estoy bien, tengo paz, ¡Gloria a Dios!.

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