GRANDEZA SUBLIME
Señor, en el poema sublime de los
cielos,
absorto yo contemplo las obras de tus
manos,
las selvas majestuosas, las aves en sus
vuelos
me dicen que tu moras en el profundo
arcano.
No obstante las auroras me cuentan de
tu gloria,
la brisa fresca y pura me enseña tu
existencia,
la dulce primavera me canta tu victoria
y el trueno pavoroso tu grande
omnipotencia.
El aire que respiro me dice a cada
instante,
que tu diste la vida a todas las
criaturas,
y tu las alimentas con tu cuidado
amante
porque tu mano es fuente de pródigas
harturas.
Yo se que tu formaste los cielos y la
tierra,
que de la nada, todo trajiste a la
existencia,
que Tu palabra eterna la gran verdad
encierra
y en ella se revela la gloria de tu
ciencia.
Yo se también Dios mío, que tu eres
fuente eterna
de amor y de esperanza y de feliz
consuelo
que al pecador acoges con mano dulce y
tierna
y luego lo conduces a la mansión del
cielo.
Señor cuando en mis horas amargas de
quebranto,
me veas vacilante andando por la vida,
conforta tu mis pasos, enjuga tu mi
llanto,
mitiga los dolores agudos de mi herida.
Y cuando todo venga a su final ocaso,
en este mundo artero sombrío,
escóndeme del mal en tu feliz regazo
y guárdame en tu diestra, Señor, Señor,
Dios mío.
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