Arribamos al siglo XXI, era de la globalización, la informática, la comunicación, la igualdad de género; y el otrora fantasioso e inimaginable desarrollo tecnológico, que si en el siglo XIX su avance en una gráfica sería de una pulgada, sorprendentemente la actualidad sería a la altura del empire state building.
Más, sin embargo, con todo el adelanto científico, tecnológico, avance en derechos humanos, libertad de sexualidad, excelencia en la comunicación humana, el hombre vive más aislado y solo que nunca, mas atado y dependiente en un mundo que lo esclaviza, lo manipula; siente que con un dispositivo, tiene al mundo en sus manos, pero es él, esclavo de las máquinas, habla, interactúa con las frías maquinas y se ha separado de sus congéneres, su familia, su prójimo.
Soledad, gritos de soledad, aislamiento que conduce a enfermar el espíritu, huéspedes que cual pesadillas aterran el alma, conducen al delirio o la muerte.
Los rarámuris, clasifican a los mestizos como: Los hombres que se equivocaron, tal vez porque se aislaron del contacto con la tierra, dejaron la productividad agrícola, para consumir, consumir, contaminar, acabar con los recursos no renovables como: agua dulce potable, bosques, etc. y crearán con el paso del tiempo, pueblos o ciudades fantasmas.
Sociedad robotizada, rostros maquillados, cuerpos sin alma, la era del materialismo “tanto tienes tanto vales”
¿Qué es lo que nos da la felicidad? La felicidad se compone de pequeños detalles como: Darse cuenta que se nos concede la oportunidad de vivir un día más, levantarse y al despuntar un nuevo día agradecer al creador esa gracia inmerecida. Servir en todo lo posible, dar, ayudar, activa un estado de ánimo que genera bienestar, salud en el organismo. Disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, que, se nos prestan por poco tiempo, así que, siempre despidámoslos con un abrazo porque no sabemos si los volveremos a ver.
Hay enfermedades del cuerpo, como la esclerosis lateral amiotrófica que padeció el finado y científico británico Stephen hawking, que paraliza los miembros del cuerpo llevando a sus víctimas a la muerte en dos a cinco años; así también el rencor, odio, narcisismo, inmoviliza al hombre en su capacidad de libertad y felicidad, encerrándolos en la prisión del “ yo”, dando como resultado una actitud neurótica, que no muestra un solo rasgo de carácter propio. El amador de sí mismo esconde, oculta su verdadero yo, comparte con los demás una vida aparentemente ordinaria, pero, se descubre por la intensidad con que aparecen ciertos rasgos de su personalidad.
Amemos, perdonemos, hagamos el bien a todos; algunos creen que incluso las plantas tienen alma, hay personas que creen que si les hablan en tono suave y con bonitas palabras, éstas reverdecen, reviven o florecen, pero si se les habla feo se marchitan.
El materialismo, egocentrismo, el amor al dinero, ha producido una sociedad enferma. Hay muchos ancianos que han sido echados al polvo del olvido en los orfanatos y, no por falta de capacidad económica, sino por falta del recurso más importante: el amor. Nos conviene saber que amar nos hace bien a nosotros mismos. Como dijo el sabio Salomón: A su alma hace bien el hombre misericordioso; Mas el cruel se atormenta a sí mismo. Proverbios 11:17
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