jueves, 9 de junio de 2022

La fascinante tarea de escribir

 

 Escribir en español – Lengalia

La fascinante tarea de escribir.

Quienes desean escribir para contar una historia,  autobiografía, o porque sienten la atracción por las letras, debían saber que un idioma nunca se domina; además, que lenta y constantemente está cambiando; también, que nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.

Captar poderosamente la atención del oyente o el lector, contando una historia o suceso interesante  como introducción, y mantener su atención en expectativa de lo que se habrá de narrar, es elemento cuasi infalible, a no ser que la audiencia sea muy culta y exigente.

 El lector querrá leer u oír anécdotas poco conocidas o historias de la calle, tragedias o sucesos de personas con quienes se identifica, porque: arrieros somos y en el camino andamos. Así que, sería bueno cargar una libreta de apuntes a todos lados.

 Hace poco me acerque a un joven en muletas, le di una ayuda, y de paso pregunté qué le había ocurrido. Me respondió, que laborando en la construcción le penetró un clavo en el pie, lo cual no se atendió, y le amputaron la pierna. Es una tragedia como tantas que a cualquiera puede ocurrir.

Volviendo al tema, sería bueno al escribir, evitar  exceso de palabras como adjetivos, y las largas oraciones subordinadas y complejas, en lo cual, el lector se pierde, debiendo retroceder una y otra vez para su comprensión. Hoy, lo que se procura es simplificar el artículo con oraciones más simples  y que expresen a cabalidad lo que intentamos decir.

Un truco interesante, es no dar a los lectores toda la información al narrar algo, porque así, ellos podrían echar a volar su imaginación y cada quien lo hará diferente. Para esto, les contaré una historia, la cual me tomé la libertad de reeditarla y ser un protagonista.

En mi estadía en Washington gustaba de dar caminatas. Recuerdo, era un 29 de noviembre de 1993. Daba inicio la temporada invernal y, ya caían heladas ligeras. Había recorrido varias veces  esas calles de la capital; y, ahí estaba siempre esa mujer harapienta mendigando, apostada  en un crucero, custodiando sus escasas posesiones, que empujaba en un carrito de supermercado: ropa sucia, medicamentos para diabetes, y una grabadora para oír música.

Nadie se había percatado de ella, era invisible para la sociedad materialista de Norteamérica. ¿Por qué está ahí? ¿Qué la empujó a adoptar ese estilo de vida? Algunos opinarán que los homeless, pedigüeños, o personas en situación de calle, están ahí por gusto, o porque  no quieren trabajar. ¿Será cierto?

 Quizá, la Sra. Adams, perdió a sus padres en un accidente, o se divorciaron, o el padre era alcohólico, o la madre prostituta; tal vez fue abusada cuando pequeña. Hay varias hipótesis. Ella padecía esquizofrenia, pasaba todo el día en la calle y regresaba de noche al albergue. Un 28 de noviembre, empujando trabajosamente en aquel carrito de supermercado- no alimentos sino  su menaje de casa-  regreso tarde al albergue donde pasaba la noche, y porque la puntualidad en Norteamérica  es muy importante, perdió su lugar de una cálida cama y regresó a las frías calles.

Al día siguiente, frente al edificio de las oficinas del Departamento de Casa y Desarrollo Urbano, de los E.U. (HUD)  se reunieron, bomberos, policías, equipos de urgencias cargados con desfibriladores, insulina, medicamentos y oxigeno, ¿la razón?  Yetta  amaneció fría, inmóvil, tendida en la banca de una parada de autobús, y la que había sido invisible, de pronto es noticia de carácter nacional.

Un reportero del New York Times que estaba ahí para cubrir el suceso, entrevista a un trabajador del gobierno:” Resulta extraño ver cuántos recursos puede obtener una persona al momento de morir, pero ni un céntimo de esa ayuda por adelantado”.

Moraleja: De pronto recibimos la noticia que un familiar, o conocido del cual estuvimos alejados falleció; y entonces, allá vamos corriendo con unas frías flores en mano, las cuales nunca verá. En los funerales se suelen escuchar los discursos más conmovedores pero inútiles. ¿Por qué no pronunciarlos en vida, con nuestros hechos?  ¡En vida hermano! Visita a tu madre, padre o hermanos; preguntémonos: ¿Cómo estarán, qué necesitan? Una visita para ellos -como me decía uno de mis hermanos- es vida.

¡En vida hermano!

 

 

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