miércoles, 18 de agosto de 2021

Víctima y guerrero de las mazmorras

 

Víctima y guerrero de las mazmorras                                  

 

 

 

 

 

 

En la foto se muestra las condiciones en que encontramos a Marcos en el canal, mi hija  y un servidor y su condición posterior.

Resulta fácil hilvanar frases elegantes el día del sepelio de personas importantes o que trascienden en la sociedad; pero, ¿qué de de aquellos seres invisibles, parias, que pernoctan en las frías calles de la gran urbe. Esos, que son sólo un número más en las estadísticas gubernamentales?

Cada vez que pasaba por el sitio de las mazmorras malolientes, putrefactas, allí donde habitan seres invisibles, los sentenciados a la muerte, aquellos que la vida no les sonrió, ahí estaba el hombrecillo con costras de mugre, su barba desalineada y su mirada perdida; con su pesada pierna de elefante, soportando horribles punzadas de gusanos que hurgan en su humanidad, por una herida no curada. No obstante, su dolor más profundo estaba en el alma,  por la pérdida de toda su familia a manos del hampa

Es la vida azarosa de uno de tantos habitantes herederos de las mazmorras; una historia de la vida real más elocuente que cualquier película nominada al Oscar, por cual no recibiría ni un céntimo. Conmovido por su autobiografía escribí: “Las sombras del día sexto”

Y decían los puritanos, aquellos que no arriesgarían su reputación, al verse involucrados con la chusma:” Es que se drogan.” ¿Acaso tú no querrías escapar la realidad si eclipsaran tu vida las desgracias más espantosas e inimaginables?

Desde niño, su madre quien era adicta y distribuidora, calmaba su hambre con droga. Un día, su madre y hermanos son baleados y muertos por los contrarios. Él escapa huyendo a esta ciudad; para su mala fortuna, un mal día, recolectando botes para sobrevivir, cae de un arroyo, quedando con herida expuesta que eventualmente se gangrena.

Me platicaba Marcos que, antes de amputarle la pierna, los médicos la mantuvieron en reposo, en un recipiente con agua con lo cual brotaban los gusanos de su pié. Fue un verdadero descanso para él, librarse de ese miembro de su cuerpo putrefacto, como decía San Pablo: “! Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?  

Marcos me llamaba padrino y decía que por no tener a nadie en el mundo, nosotros –los que lo apoyamos económica y moralmente- llegamos a ser su familia, por no tener a nadie en el mundo. En una de tantas ocasiones, me rompió el techo del carro involuntariamente con las muletas. Siempre se veía alegre y con ánimo de vivir, a pesar de haber perdido su pierna agusanada. De inteligencia brillante, decía que, si pudiera, habría estudiado abogacía.

Nunca aparecieron en la vida de este infortunado los programas clientelares, compra votos, de los gobiernos tanto federal como estatal; no se dignaron a salir de sus cómodas oficinas burocráticas para llevar su limosna a las calles.

Nuestro amigo y hermano, José Marcos Fernández, después de convivir con nosotros por espacio de dos años, ha fallecido. Ni siquiera para darle cristiana sepultura el gobierno corralista facilita una simple acta de nacimiento. Así son los burócratas. ¡Descanse en paz!

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4

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